Oficios del pasado: Maderadas atravesando Cieza

Manuela Caballero González

Resumen


Cieza y el Segura, el río que nos lleva, fueron escenarios de un modo de vida redescubierto para muchos de nosotros cuando José Luis Sampedro escribió sobre ese universo de hombres, agua, trabajo y sentimientos que suponía una conducción de madera, a través de la ruda naturaleza, al capricho del fluir de una impredecible corriente de agua. La historia de los abrigos en los escarpados acantilados del cañón de Almadenes, del hisn Siyasa, de la primera fortaleza y casa de la Encomienda cuyos muros cobijaban una incipiente villa hasta la ciudad que conocemos hoy, ha estado ligada al Segura. De él ha venido la vida, la fertilidad de sus tierras, la comunicación y el progreso, así como frecuentes riadas que suponían grandes pérdidas económicas y humanas, sus aguas lo mismo daban pan que dejaban miseria. Pero el río no sólo ha servido para regar huertas y mover molinos, si no que hubo un tiempo en que por su condición de “maderable” fue testigo de un oficio hoy desaparecido y solo repetido en nostálgicas fiestas como demostración de una forma de vida ruda y peligrosa, la de los gancheros.

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